El humor propio de Berlanga fue definido perfectamente por el actor Juanjo Puigcorbé: “Dícese de la situación coral aparentemente caótica o esperpéntica donde los caracteres muestran o ponen en evidencia su monstruosidad sin categoría moral, pero de una forma vitalista”. Dos son los motivos por los que el cine de Berlanga le viene a uno a la cabeza cuando ve los Plenos del Ayuntamiento de Caudete; el primero es efectivamente el desparpajo y despreocupación con el que los miembros del equipo de desgobierno muestran esa ausencia de categoría moral y la segunda es que el propio Estarellas se empeña en que hagamos similitudes con el mundo de la escena cuando reiteradamente califica lo que en el salón de plenos se produce como “paripé” o “teatro”.
Hay quien dirá que exagero, por supuesto, pero me parece monstruoso que un responsable político vea negativo que se realicen Centros de Atención a la Infancia o de Educación Infantil públicos porque ya hay empresas privadas que prestan ese servicio. Así lo hizo Estarellas en el Pleno, secundado después por Mollá, siempre dispuesto a soltar una de sus machadas, comparando la situación de los recortes en educación, concretamente de profesores en el instituto Pintor Rafael Requena, que denunció la concejal socialista Concha Vinader, con la imposibilidad que él tiene de satisfacer el capricho de su hijo, que no para de pedirle que le compre un Ferrari. Así que el derecho de todos los ciudadanos a una educación pública de calidad y a la conciliación de la vida laboral y familiar se convierte para estos dos elementos de la escena política caudetana en una mercancía de lujo a la que solo tienen acceso los que puedan permitírselo, como los Ferraris y en la que el derecho fundamental no es de los ciudadanos a recibirla, sino de las empresas a hacer negocio con ella.
No menos monstruoso es escuchar a Mollá insinuar las mismas cuestiones racistas que llevamos escuchando siglos. Cuando algo va mal, por ejemplo la seguridad ciudadana, la culpa a las minorías, solo que como ahora él es el alcalde no hay que montar manifestaciones en la plaza de la Iglesia para exarcebar los ánimos del personal, no sea que la cosa se nos descontrole y volvamos a salir en la tele nacional, sino hacer planes de empleo para los que “ahora ya no tienen chatarra que recoger” porque claro, “esta gente también tiene que comer”
Pero yo quería hablar hoy de Berlanga. En su magnífica película “La escopeta nacional” el cineasta hace un perfecto retrato de la clase política y empresarial del último franquismo a través de una cacería en la que ministros, conseguidores y empresarios arreglan sus asuntos. Por cierto, que cuando veo los enormes esfuerzos que hacemos la inmensa mayoría de ciudadanos y pequeños empresarios para cumplir con la ley en nuestra vida diaria frente a los atajos que consiguen una selecta minoría para que les hagan legal lo irregular, me pregunto si no fue en una de esas legendarias cacerías cuando se inventaron las declaraciones de interés social para ciertas empresas o donde algunos se enteraron de cómo se podían utilizar “a las carta”. Seguramente, fue allí también donde se inventaron los cánones de bajo coste para destruir el patrimonio natural de los pueblos (a razón de 675€ por año y montaña) sin ni siquiera crear empleo.
Así que tenemos a un equipo de desgobierno que se aupó al poder prometiendo más seguridad y más empleo pero nos ha llevado a niveles históricos de inseguridad y desempleo, que hace un uso torticero de las leyes, un equipo de desgobierno del que sus miembros huyen en desbandada y si te he visto no me acuerdo. Deberían saber todos, quienes se quedan y quienes se van, que por mucho que se pongan de perfil y hablen de virtud, ellos son colaboradores necesarios de todos y cada uno de los desmanes cometidos por el PP porque han dado su voto favorable a todas y cada una de las propuestas que han ideado Estarellas y Mollá, y por tanto, tan culpables como ellos de la situación que vive Caudete.
Y Pleno tras Pleno aumentan las ganas de que este mandato electoral simplemente termine, porque tomando prestadas de nuevo las palabras del final de la película La Escopeta Nacional, ni fueron felices ni comieron perdices, desgracia que es habitual mientras existan gobernantes como los que tenemos que soportar en Caudete.
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